Alejandro Bulgheroni demora el inicio de la entrevista casi hasta que llega el café. Sin impaciencia, lo reclama varias veces. Posiblemente es un gusto de su ascendencia italiana, aunque con los años dejó la versión tradicional por la descafeinada. Luego comienza con una serie de definiciones como nunca, sin la mordaza tácita que muchos empresarios se colocaron en el kirchnerismo. Al final de la charla exclusiva con LA NACION explica esa situación. Dice que, tras la salida del kirchnerismo, ya no es un hombre prohibido, porque el ex presidente le había cerrado la puerta por una charla tensa en 1998, cuando una de las crisis del petróleo derivó en una reducción de las inversiones en Santa Cruz, la provincia que gobernaba.

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