Milicianos islámicos se apoderaron ayer de un yacimiento de petróleo en el este de Siria, cerca de Irak, con lo que se acercaron más a la frontera con Turquía en su intento por consolidar su control de una zona a lo largo del río Eufrates. Así, cobraron fuerza los esfuerzos del Estado Islámico por instaurar un Califato en Irak y Siria, en momentos en que los gobiernos de Nuri Al Maliki y Bashar Al Assad luchan por sofocar la rebelión yihadista.
El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Gran Bretaña, comunicó ayer que combatientes de la organización Estado Islámico tomaron el campo petrolero Al Tanak la madrugada del viernes. El yacimiento está en la provincia oriental siria de Deir el-Zour, cerca de Irak. La organización que combate en Siria e Irak controla varios pozos petroleros, que le permiten financiar sus actividades bélicas en ambos países.
Ante el avance de los yihadistas, que ya están a pocos kilómetros de Bagdad, el primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, insistió ayer en que se presentará para un tercer mandato, a pesar de la presión interna y externa para que dé un paso al costado. “No renunciaré nunca a mi candidatura para el cargo de primer ministro”, informó el premier, que ganó las elecciones legislativas de abril y es cuestionado por la violencia confesional que estalló en el último mes.
Al-Maliki encabeza un gobierno chiíta, mientras que el Estado Islámico es una organización musulmana de extremistas sunitas que pretende derrocarlo y crear un califato que englobe a varios países de la región. El grupo es dirigido por Abu Bakr al-Baghdadi, un iraquí autoproclamado líder del nuevo Estado que pretende instaurar la sharia.
La violencia en Irak y Siria no cede. Al menos quince militares murieron ayer en el primer país en un atentado suicida contra un puesto militar. Según informó la policía, un atacante se detonó en su automóvil contra un puesto del ejército iraquí al norte de Bagdad. En tanto, el levantamiento civil en Siria comenzó en marzo de 2011 con manifestaciones mayoritariamente pacíficas contra el régimen del presidente Al-Assad. Con el correr de los meses, creció y se volvió una revuelta armada liderada por extremistas.