La Oferta Pública Inicial (OPI) se convertirá en la mayor de la historia corporativa, con unos ingresos estimados en 100,000 millones de dólares, lo que supondría valorar la compañía en unos 2 billones de dólares, según los cálculos del gobierno saudí.
Si se confirman estas cifras —algunos analistas las consideran infladas y las reducen a la mitad—, la capitalización bursátil de Aramco multiplicaría por 2.6 veces el valor actual de Apple, líder del ranking mundial, con unos 750,000 millones de dólares, lo que refleja la magnitud de la empresa y los jugosos ingresos que reportará a las alicaídas arcas públicas de la monarquía árabe.
Ése es precisamente el gran objetivo de la salida a Bolsa de la compañía, diseñada por Mohammed bin Salman, hijo del rey de Arabia Saudí, que acaba de ser designado príncipe heredero del trono, y que es, además, presidente del consejo de la petrolera y hombre fuerte en un país que no atraviesa su mejor momento político ni económico.
Plan Visión 2030
La caída del precio del crudo desde el 2014 provocó una fuerte ralentización de la economía del país árabe y la consiguiente pérdida de popularidad de la familia real.
Para contrarrestar estos efectos, el príncipe Bin Salman lanzó el año pasado el Plan Visión 2030, en el que la OPI de Aramco —el mayor contribuyente a las finanzas públicas, que aporta 70% del presupuesto— es un pilar fundamental.
El gobierno destinará los jugosos ingresos de la colocación a dinamizar y diversificar la economía, enormemente dependiente del petróleo y el gas, invirtiendo en sectores ajenos a la energía como las nuevas tecnologías y el turismo, y fomentado la creación de empleo.
Pero para dar el salto al parqué, Arabia Saudí tendrá que hacer antes los deberes. El principal es ofrecer transparencia al mercado. Empresa, Estado y familia real deberán desenmarañar las relaciones de intereses cruzados que han convertido a Aramco en una de las empresas más opacas del mundo.
El mayor productor mundial de crudo, pilar clave en el presupuesto de la monarquía árabe, ha financiado una buena parte de las infraestructuras del país en los últimos años, desde estadios de fútbol a escuelas, pasando por carreteras y hospitales.
Bin Salman y sus asesores en la OPI son conscientes de que ese rol que se asemeja al de un banco público es incompatible con el objetivo de convertirse en una empresa cotizada, por lo que el Ejecutivo deberá ceñir la compañía a su negocio principal: petróleo y gas.
Balance y deudas
Junto a la tarea de redefinir el papel de la empresa, que según los analistas generará resistencias internas por la prolija conjunción de intereses entre política y economía en un sistema tan cerrado, la otra asignatura pendiente de la compañía es presentar unas cuentas y un balance creíbles, que permitan a inversores y analistas hacerse una idea fidedigna del grupo.
Dentro de estos esfuerzos por mejorar la transparencia y ofrecer una imagen fiel del grupo, el gobierno saudí lleva meses trabajando en poner orden en los aspectos más polémicos de las cuentas de la petrolera, según informaba recientemente Financial Times.
Por ejemplo, el pasivo de Aramco incluye deudas históricas que mantienen gobiernos de la región, como Jordania e Irak, y el Ejecutivo saudí ha dado la instrucción de sacarlas del balance de la compañía para imputarlas a las cuentas del Estado. Algo similar ocurre con algunas entidades y empresas públicas, como la aerolínea Saudia o Saudi Electricity, cuyas deudas con Aramco se espera que pasen a engrosar el déficit público.
Otro aspecto que está analizando el gobierno es crear un mecanismo —podría ser una deducción fiscal— que compense a la petrolera por el elevado coste que asume al subsidiar el precio del combustible para vehículos o para las centrales de gas en el país, entre otras cuantiosas ayudas.
Los asesores de la OPI consideran que limpiar el balance de deudas y elementos ajenos a la operativa real de la petrolera es fundamental para el éxito de la colocación y que la valoración de Aramco se mantenga en el optimista rango que maneja el gobierno saudí. Dentro de la labor preparatoria para el salto al parqué, el gobierno ya ha tomado alguna medida de peso, como la aprobada el pasado mes de marzo en un real decreto, que redujo la tasa impositiva sobre los beneficios de Aramco de 85 a 50%, para hacerla más atractiva a los inversores y facilitar un mayor reparto de dividendos a los futuros accionistas.
Otro elemento clave para el mercado es conocer las cuentas de la petrolera. La empresa y sus asesores llevan meses preparando los estados financieros del 2015 y el 2016, así como las cuentas proforma del presente ejercicio, con el objetivo de presentarlas a los inversores antes de la OPV prevista para el próximo año.
La Otra incógnita por desvelar es el parqué internacional donde cotizará Aramco, además de la Bolsa de Riad. Londres y Nueva York son las principales plazas en disputa, pero hay otras opciones como Singapur, Hong Kong y Tokio.