Rusia alcanzó ayer un acuerdo de 300.000 millones de euros para suministrar gas a China durante tres décadas, un pacto histórico que alivia la dependencia del Kremlin de los mercados de exportación europeos en un momento de enorme tensión entre Moscú y Occidente. El presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, otorgaron la bendición en Shanghai a un contrato firmado entre el gigante estatal ruso Gazprom y la petrolera asiática China National Pretroleum Corporation (CNPC), también de propiedad pública.
El acuerdo es la mayor venta sellada nunca por Gazprom, supone más de un 20% del suministro ruso a Europa y otorga un cierto margen de maniobra a Putin en caso de que Estados Unidos y la Unión Europea decidan incrementar las sanciones contra el Kremlin a causa del conflicto de Ucrania y la anexión de Crimea. "Es un evento histórico", afirmó ayer el presidente ruso tras la firma del contrato, cuyas negociaciones se habían extendido durante una década.
Rusia proveerá 38.000 millones de metros cúbicos de carburante al año a China a partir de 2018 y durante tres décadas, según los detalles que han trascendido del contrato. Gazprom deberá invertir unos 40.000 millones de euros para construir un enorme gaseoducto y desarrollar los pozos de extracción en el este de Siberia. China pagará parte de este montante como adelanto por los suministros futuros, una práctica habitual de las grandes corporaciones estatales chinas, que cuentan con ingentes recursos financieros. Pekín aportará otros 16.000 millones de euros para erigir los gaseoductos necesarios dentro de su territorio.
Un precio no revelado
Las partes no revelaron el precio al que Rusia venderá el hidrocarburo, un tema que se había convertido en los últimos días en el principal escollo de la negociación y en un motivo de orgullo para Putin, que aseguró repetidamente a sus compatriotas que se lograría un buen acuerdo.
Los datos globales del contrato permiten deducir, sin embargo, que China pagará alrededor de 263 euros por cada 1.000 metros cúbicos, por debajo de lo que Europa abona a Moscú (unos 278 euros), pero por encima de lo que desembolsa Pekín a otros suministradores de Asia Central (en torno a los 256 euros), de acuerdo a datos de Bloomberg. Los chinos llevaban la mano ganadora en la negociación debido a las prisas rusas por alcanzar un acuerdo.
Pekín y Moscú dan de esta forma un nuevo impulso -y por primera vez un contenido económico plausible- a la "asociación integral estratégica y cooperativa" que acordaron en 2011 y al viraje hacia Oriente anunciado hace años por el Kremlin. Ambos países, que comparten un profundo recelo por la hegemonía política y militar norteamericana, están cooperando en materia militar y han estrechado lazos políticos en los últimos años, hasta el punto de que los líderes de ambas naciones repiten sin cesar que las relaciones se encuentran en su mejor momento histórico.
Rusia, principal exportador de energía del mundo
El acuerdo de suministro de hidrocarburos firmado ayer tiene, sobre todo, una nítida explicación económica. Rusia es el mayor exportador de energía del mundo. China es el mayor consumidor del planeta. Y ambos países comparten miles de kilómetros de frontera. Pekín, además, está tratando de reducir su dependencia del carbón, un combustible más contaminante que el gas, para aliviar el humo que ahoga sus ciudades.
Putin clausuró con la firma del contrato una visita de Estado de dos días a China, en la que ambos países escenificaron el buen momento de las relaciones bilaterales con unas maniobras militares conjuntas en el Mar de China y la firma de una declaración de 25 puntos destinada a potenciar la cooperación. Pekín y Moscú se han comprometido a doblar el montante de su comercio exterior de aquí a 2020 y han llegado a otros acuerdos en materia de inversiones en infraestructuras y otros sectores.